viernes, 27 de septiembre de 2013

Cuenta una leyenda...

Esto es una historia que no ocurrió... ¿o quizá sí?
        Cuenta una leyenda que en el año de nuestro señor de 1164, el rey Sancho VI de Navarra, volviendo de tierras riojanas, decidió subir por un estrecho valle situado entre algunas de sus más inexpugnables fortalezas. El valle desembocaba en tierras del Ebro y ascendía en dirección al corazón de Navarra. Dejando el castillo de Portiella de Ibda a su izquierda y pasando a los pies del castillo de Lanos ascendió con todo su ejército por el valle apenas transitado y salvaje. 
      En lo más cerrado del camino, cuando la distancia entre las cimas de las montañas apenas era mayor que el alcance de una flecha, el monarca paró e hizo detenerse a todos sus hombres. En silencio desmontó de su caballo y probó el agua del río que serpenteaba a sus pies. Ensimismado miró varias veces en ambas direcciones, de este a oeste, siguiendo la línea que el agua y el tiempo habían labrado entre las montañas. 
     Con voz solemne comunicó a todos que quería un poblado navarro allí mismo. Sus soldados se miraron asombrados y bajaron la mirada. Sólo su mayordomo se atrevió a decir lo que todos pensaban:
          - Mi señor, aquí sólo hay tábanos.
        El rey lo miró tranquilo, y pensó por un momento. Mirándole a los ojos, sonriente, le dijo:
          - Entonces que sean tábanos los que pueblen este lugar. 
       Desde aquel momento, a los habitantes de aquel poblado, que más tarde sería la villa de Berganzo, se les llamó tábanos.

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